Matilde Pérez U.
Periódico La Jornada
Lunes 28 de enero de 2013, p. 39
¡Bienvenidos a un nuevo estilo de vida!, dicen sonrientes. Sobre las mesas colocadas en la estancia rectangular de mediana amplitud, hay lechugas, zanahorias, quelites, betabeles, apios, jitomates, miel de agave y de abeja, hierbas aromáticas, plantas medicinales, panes, quesos, leche, huevos, hieleras que contienen congelados de codorniz, perdiz, conejo, diversos cortes de pavo, borrego, cerdo y embutidos, mermeladas, salsas, aderezos, entre otros alimentos, así como productos para la limpieza del hogar y artesanías.
Es el tianguis orgánico de Chapingo, ubicado en lo que fue la tienda de la Universidad Autónoma Chapingo, en Pueblo Cooperativo, Texcoco. Aquí, desde hace nueve años se han ido sumando pequeños productores que se han declarado en resistencia a la revolución verde y por tanto al uso de agroquímicos, hormonas y antibióticos. Investigan, aprenden y trabajan para rescatar el conocimiento ancestral para, dicen, mantener viva y sana a la madre tierra
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Algunos también acuden a los tianguis del Cien, en la Plaza Río de Janeiro; al de la calle Álvaro Obregón, en la ciudad de México, y participan en los mercados alternativos de Apizaco y centro de Tlaxcala; de Metepec, Toluca y Valle de Bravo, estado de México; de Puebla; de Yautepec y Tepoztlán, Morelos. Están integrados a la Red Mexicana de Tianguis y Mercados Orgánicos y son parte de los casi 129 mil productores orgánicos, la mayoría pobres y marginados, que siembran en 378 mil 693 hectáreas, apenas 1 por ciento respecto de los 21 millones de hectáreas destinadas a la agricultura convencional, asientan Manuel Ángel Gómez Cruz, Rita Schwentesius Rindermann, Javier Ortigoza y otros autores, en su libro Agricultura, apicultura y ganadería orgánica de México-2009.
Producción orgánica es aplicar el conocimiento ancestral, sembrar como antes se hacía, involucrar a la familia y a la comunidad para recuperar la autosuficiencia alimentaria, explica Fidel Mejía Lara, productor agroecológico del valle de Teotihuacán y creador del llamado Foro Tianguis. Por la influencia de una sociedad capitalista y de consumo estamos en un dilema alimentario muy grave, casi todo se importa; consumir alimentos orgánicos es un principio de salud, desgraciadamente el Estado no estimula este tipo de esquemas de producción
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Con una década de experiencia en la formación de esta actividad que busca tender redes entre el campo y la ciudad, apunta que los participantes del valle de Teotihuacán tienen como meta lograr una forma diferente de vida para garantizar su salud, un equilibrio nutricional y el bienestar familiar y de la sociedad, están dispuestos a remar contra corriente
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Destaca que la revolución verde es el antecedente de los transgénicos, pero con ninguno de los dos se resolverá el hambre en el mundo. No son varitas mágicas; son tecnologías generadas por las grandes corporaciones con las cuales buscan el control total de las semillas para tener el poder de la alimentación
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Con la revolución verde inició la aplicación de grandes cantidades de fertilizantes, plaguicidas y agua, y el uso de variedades mejoradas de maíz, trigo y otros granos, cultivados cada uno en un terreno durante todo el año.
El contraste son los pequeños productores que con sus semillas criollas y la aplicación de técnicas tradicionales y de equilibrio con la naturaleza mantienen su producción; no necesitamos semillas transgénicas ni mejoradas, es sólo un negocio mercantil; esperamos que no se apruebe la siembra (comercial) de maíz transgénico para evitar una catástrofe en México, centro de origen del grano
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A finales de la década de los 80 se estimuló la agricultura orgánica en el país por la demanda de los países desarrollados de productos tropicales y de invierno que en sus territorios no se podían cultivar y que estuvieron certificadas como orgánicos. En 1996 se activó esa agricultura con alrededor de 30 cultivos, 12 años después aumentó a 67, pero son el café, hortalizas, aguacate y cacao los que ocupan la mayor superficie, explica Manuel Ángel Gómez Cruz, fundador del tianguis orgánico de Chapingo y de la Red Mexicana de Tianguis y Mercados Orgánicos.
La producción orgánica –asienta la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) en el reporte Agricultura mundial hacia los años 2015-2030– se ha reforzado por la preocupación de los consumidores acerca de la contaminación, la inocuidad de los alimentos y la salud humana y animal. En muchos países desarrollados las ventas crecen en una tasa de 15 a 30 por ciento anual, pues los consumidores están dispuestos a pagar sobreprecios de 10 a 40 por ciento por los productos orgánicos.
En México –de acuerdo con los datos más recientes que establece el Centro de Investigaciones Económicas, Sociales y Tecnológicas de la Agroindustria y la Agricultura Mundial hasta el año 2000–, las ventas de dichos productos tuvieron un crecimiento anual de 42 por ciento.
Esta agricultura, apunta la FAO, puede convertirse en una alternativa realista en los próximos 30 años, para que continúe su progreso son necesarias normas y acreditaciones internacionales para eliminar los obstáculos comerciales; acelerar la investigación y asegurar la propiedad de la tierra al productor.
Este es el momento de dar a la agricultura tradicional su lugar y romper con la tendencia de que los alimentos orgánicos son para quienes pueden pagar y los transgénicos para los de menor poder adquisitivo, dice Enna Salinas, quien desde hace tres años trabaja en la Casa del Pan, localizada en el parque ecológico de Loreto y Peña Pobre.
Producir nuestros alimentos es el acto más revolucionario, porque impacta muchos aspectos de la vida y se convierte en una herramienta en defensa del trabajo y el derecho a la salud.
Si más personas nos dedicamos a la agricultura orgánica, la producción se multiplicará y abaratarán los precios, afirma Socorro Cortés García, quien a sus 76 años cultiva hortalizas y en breve dedicará una parte de su parcela (no especifica superficie), ubicada en Cuautla, a la siembra de soya orgánica. Consumir ese tipo de productos está dejando de ser una moda, se transforma en un modo de vida diferente
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En México, puntualiza Miguel Ángel Gómez Cruz, 91 por ciento de la superficie destinada a producción orgánica se localiza en nueve estados, pero en Chiapas y Oaxaca se concentra 49 por ciento de ella, donde se produce principalmente café orgánico; mientras en Tabasco sobresale la producción de cacao; en Michoacán, la de aguacate y coco; en Sinaloa, hortalizas, y en Jalisco, el agave.
La producción orgánica no abarca exclusivamente hortalizas, granos y frutas, sino también a la ganadería, la cual está en una fase incipiente por la ausencia de opciones para exportar los productos, falta de remedios naturales para el manejo de plagas y enfermedades, principalmente en regiones del trópico, y un escaso desarrollo del mercado local.
Raúl Monje, de la pequeña empresa Sabio, localizada en Cuernavaca, Morelos, donde se cría cerdo con el sistema de camas profundas, con la cual se logra una explotación inodora, sin moscas ni contaminación del suelo; alimenta a los animales con maíz orgánico y pasta de soya de Cargill, la cual ignoramos si es transgénica
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