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elipe Calderón tiene mucho que aportar a la Universidad de Harvard, pero no como académico, sino como objeto de estudio en las áreas de sociología y de sicología, para los especialistas en sicopatías y en conducta animal. Lamentablemente, del estudio de su caso habrá que pasar al de la sociedad mexicana, que produjo un individuo como él, le permitió llegar a la Presidencia y que no fue capaz de destituirlo, pese al consenso general de que estaba destruyendo al país.
Además de explorar su mente, los estudiosos de Calderón tendrán que explicarse cuáles fueron sus obsesiones patológicas para bañar en sangre al país, por medio de una guerra absurda contra el narcotráfico; cómo pudo dejar a 4 millones de niños sin educación básica y a la vez dejar sin ejercer 84 mil millones de pesos para educación y salud; por qué gastó una millonada en la delirante torre de luz
, en vez de mejorar nuestras escuelas y hospitales en miseria; los investigadores se preguntarán también cómo permitimos los mexicanos –pueblo, académicos, intelectuales y demás élites– que Calderón comprara el avión presidencial más caro del mundo, después de crear 15 millones de nuevos pobres; y por qué permitimos que el crimen de 49 niños carbonizados en la guardería ABC quedara impune.
Además, como hoy circula en las pantallas gringas –candidata al Óscar por mejor película extranjera– la cinta chilena No, tal vez a algunos de los científicos que estudian el caso Calderón se les ocurra preguntar por qué uno de los más sanguinarios dictadores, Pinochet, pudo ser destituido pacíficamente por su pueblo, mientras que Calderón salió ileso de México, dejando 25 mil desaparecidos y 150 mil muertos; cifras que rebasan con mucho las que dejó Pinochet en Chile. ¿Cuál es la diferencia entre un pueblo obediente y uno disciplinado, entre la valentía y la sumisión por miedo, entre la maldad y la estupidez? –quizá se pregunten en Harvard. ¿Por qué en México se prefiere derrochar en instituciones como el Ifai o el IFE, para aparentar democracia, en vez de construirla? ¿Por qué los mexicanos son incapaces de cambiar su realidad política?
Otra investigación podría revisar los mecanismos por los que, desde niños, a los mexicanos se les enseña a obedecer y a transformar su miedo en chistes.
Admiro al pueblo chileno; su dignidad y valentía, su bravura ciudadana, el amor y cuidado que dan a sus niños. Por eso siento vergüenza cuando por allá, de buena fe, algún chileno me da saludos para El Chavo del 8. Vergüenza como la que tenemos hoy porque Calderón pasea como-si-nada por los pasillos de Harvard. Ambos son símbolos de nuestra frágil conciencia política.
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Andrea Bárcena: Infancia y Sociedad
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