Hernán González G.
C
atástrofes, genocidios, masacres, asesinatos, tragedias, enajenación, accidentes, demencia, disfunciones cerebrales, y lo que se acumule esta semana, el hecho es que la vida, en su azaroso devenir, contradice a cuantos intentan ajustarla a su visión particular, a valores como universales o a la voluntad de alguna desentendida divinidad.
El espeluznante suceso del avión de la línea Germanwings, filial de Lufthansa, que volaba de Barcelona a Düsseldorf, estrellado en los Alpes franceses por el copiloto de la nave el pasado martes, mueve a reflexionar, más allá de la investigación, hipótesis y conclusiones a las que se llegue, amén de la pena atroz de familiares y amigos de 150 personas que no tenían en sus planes, salvo uno, morir ese día y menos en esa forma –ocho eternos minutos de desesperación, impotencia, pánico, invocaciones o, tal vez, de aceptante preparación final en otro sólo por hoy.
Avionazo inédito y cuestionador de todo un sistema social que se sueña eficiente, equitativo y exitoso, edulcorado al medio disimular sus múltiples injusticias y obsesiones, en ese milenario ejercicio del poder esencialmente ciego por su compulsión explotadora de recursos humanos, naturales o técnicos, y en su demencial lógica maniquea de dioses verdaderos y falsos, enfermedades reales e inventadas, acciones y simulaciones, civilización y barbarie, costos y beneficios.
¿Quién blinda la mente humana de los efectos nocivos de un sistema inhumano? ¿Cómo defenderse del terrorismo cuando el terror es interior y la utilidad se antepone a la humanidad? ¿A quiénes conviene jugar a la educación y fomentar la violencia por televisión? ¿Ascender equivale a crecer? ¿La productividad es el acceso a la felicidad? ¿Se trata de un joven copiloto desequilibrado o del desequilibrio creciente que permea el planeta gracias a legiones de líderes y profesionistas extraviados en su torpe interpretación de sí mismos y de la existencia?
Las empresas anteponen, aprovechando demografía y corrupciones, las utilidades a la calidad en el servicio externo como interno: no sirven a, pero se sirven de, en un tráfico sin control de personas y aparatos. Poco se capacita al personal y se admite a quien reúna los requisitos mínimos y asegure rendimiento. Quien examinó el nivel y control de estrés del copiloto y aprobó su ingreso a la línea aérea, lo hizo mal aunque haya cumplido con el procedimiento.
aprenderamor@jornada.com.mx
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