Hernán González G.
E
ntre las estadísticas faltantes que podrían contribuir a rectificar el extraviado rumbo de la sociedad humana está el creciente número de personas terminales o agónicas –seis meses de vida, máximo– a las que invade una doble sensación reveladora de la peor mentira: mentirse a sí mismo o, mejor dicho, a la propia conciencia.
Por un lado aparece el tremendo pánico que el terminal experimenta ante la proximidad de su muerte, contradiciendo los principios religiosos y valores que supuestamente practicó a lo largo de la existencia. Y por el otro, una cólera mal disimulada aflora al comprobar, tardíamente, la infinidad de cosas que hizo o dejó de hacer durante su vida por voluntad, exigencias o normas de otros.
El crecimiento personal sólo puede darse cuando tomamos conciencia de nuestra condición de mortales, no obstante que la mayoría piensa que quien muere o morirá es el otro
, no él mismo o un ser querido. Y tamaña falsedad contribuye a posponer, si no es que a olvidar, nuestra obligación de aprender a vivir, a acumular, antes que cosas, sóloporhoyes desafiantes y animosos desde una conciencia abierta. Se trata de relativizar los tiempos, el del mundo y el propio, descubiertos como imposiciones externas.
En cualquier caso, la frustración final de darse cuenta de que se ha vivido la vida en términos de unos deberes y de un tiempo impuestos, es lo que genera la aflicción y la congoja postrera, la angustia acumulada por tantos días de preocupación innecesaria para la propia evolución, para una verdadera paz individual y colectiva. Confundir el deber y el compromiso con lo que el sistema espera de cada uno, refuerza el extraviado rumbo de los seres humanos en el planeta.
Ejemplo de confusiones impuestas: luego de 2 mil años de acatar el mandato bíblico creced y multiplicaos
con sus terribles consecuencias, al cuarto para las 12 el pontífice en turno tiene a bien sugerir, no a la humanidad entera sino a los católicos, dejar de reproducirse como conejos
. Piaste tarde, Panchito, comentó el padre de siete chamacos seguidos. ¿A quién han estado obedeciendo los seres humanos? A ideologías y a la biología, no a una conciencia advertida que diera sentido al manipulado libre albedrío del individuo.
Obedecer, crecer, trabajar, reproducirse, superarse, sentir y pensar como es debido y, desde luego, no perder el tiempo, es lo que aterra y enoja a muchas personas antes de morirse.
aprenderamor@jornada.com.mx
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