V
olver la mirada hacia Cuba. Porque a pesar del infame bloqueo económico, es el país de Latinoamérica donde la infancia está mejor cuidada y que mejor cumple la Convención Internacional para los Derechos de los Niños, que firmó en 1991. Porque mucho antes de esta convención, Cuba ya tenía ambiciosos programas, con los cuales abatió la desnutrición y las tasas de mortalidad infantil y, en las estadísticas del Unicef, pasó a ser y es aún parte de los países con TMI (tasa de mortalidad infantil) más baja del mundo, por delante de Canadá y Estados Unidos y cerca de Suecia, Dinamarca, Finlandia, Noruega y Japón.
En los 80 conocí en La Habana a un hermoso joven, quien me presumió una foto en la que aparecía de pequeño en los brazos de Fidel. Esa imagen se me grabó como recuerdo emblemático de lo que ocurrió a los niños cubanos en brazos de la Revolución y que mejor lo expresó Nicolás Guillén en su poema Tengo: "Te lo prometió Martí y Fidel te lo cumplió…"
En 1961, dos años después del triunfo de su revolución, Cuba fue declarado territorio libre de analfabetismo. La Organización Mundial de la Salud sitúa a Cuba, desde hace años, en el primer lugar de inmunización por vacunas entre los 214 países del planeta. A diferencia de casi toda América Latina, pese a sus grandes problemas económicos y políticos, hoy en Cuba los niños están a salvo del hambre, con escuela y servicios de salud; reciben educación artística, no mendigan ni sufren explotación laboral; tampoco temen que un compañero de clase saque un arma y les dispare.
El más reciente informe del Banco Mundial sobre educación en LA destaca la superioridad del sistema educativo cubano y su formación de profesores. El cocodrilo verde es la nación del mundo que más recursos dedica al sector: 13 por ciento de su presupuesto nacional. Lo que Cuba ha demostrado al mundo es que la capacidad del Estado para cuidar y proteger a los niños depende, más que de recursos económicos, de voluntad política: de la conciencia de su valor para la fortaleza de un país.
En México carecemos de estadistas que asuman una política de Estado comprometida con la infancia. Por eso, nada de lo que ha logrado Cuba producirán las perversas reformas de EPN ni los programas sociales de Mancera, que ignoran a los menores más vulnerables, ni las falsas cruzadas y programas de Oportunidades. Porque la reproducción de la pobreza y la explotación por la política de abandono de la infancia no es una falla del sistema, sino una de las condiciones inherentes al capitalismo realmente existente.
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